Aida Terrón: “Las maestras republicanas fueron imprescindibles en la alfabetización de las zonas rurales y en la ruptura con la influencia católica en la educación”
Aida Terrón: Profesora de Historia de la Educación en la Universidad de Oviedo
“Hoy tenemos una hiperescolarización vacía de sentido formativo ciudadano y político“
José Enrique Fernández González
Mundo Obrero: Con el advenimiento de la Segunda República, se instaló en gran parte de la sociedad española la esperanza de un cambio de rumbo en un sentido progresista. ¿Crees que esa idea de esperanza fue también compartida por las mujeres de la época?
Aida Terrón: Para una amplia mayoría de mujeres la llegada de la República no solo supuso una clara esperanza sino un momento en el que se afianzaron unas ideas de avance y de acción con las que ellas se comprometieron claramente. La República constituyó un impulso fundamental para que las mujeres se incorporaran a ciertos espacios de la vida pública, siendo el ámbito educativo en el que más se les dejó implicarse y en donde cumplieron un papel más destacado.
M.O.: ¿Supuso realmente la Segunda República una oportunidad para que las mujeres conquistasen ciertos espacios de la esfera pública que les habían sido negados históricamente?
A.T.: Yo creo que sí, sin duda. Ahora mismo no podría facilitarte datos concretos de afiliación a organizaciones políticas o sindicales, pero está claro que su aparición e implicación en ámbitos vetados anteriormente para ellas fue un hecho incontestable, aunque el porcentaje de participación todavía siguiese siendo muy escaso. Por otro lado, las mujeres se comprometieron no sólo en los escenarios políticos, sino allá donde la República creyó que eran más importantes, que fue en las escuelas y sobre todo en las escuelas rurales, es decir en el ámbito de la educación y sobre todo en el nivel de primaria. De hecho, fueron las maestras y los maestros, pero sobretodo las maestras, quienes jugaron el papel más relevante para luchar contra la influencia de la iglesia católica en la escuela. Los espacios y derechos que la mujer conquista, formalmente al menos, son tremendos si nos atenemos al articulado de la Constitución republicana de 1931.
M.O.: ¿Cómo afrontó la República la situación educativa de aquel momento?
A.T.: El modelo educativo ideado en la Revolución francesa, basado en la organización de un gran sistema educativo nacional que llegase al conjunto de la nación en igualdad de condiciones, y en el que sólo el mérito y la capacidad determinarían el horizonte de escolarización y la posición en la sociedad, es decir basada en una igualdad formal de oportunidades para todos y todas, no había tenía mucho recorrido en España. Enlazando con esto, siempre les explico a mis alumnos que inmediatamente después, el Marxismo teorizó que las clases sociales condicionan y modifican esa supuesta igualdad formal, trastocando esa idea mitificada de la igualdad de oportunidades. Siempre les digo además: “sí, la hija de Botín y yo tenemos los mismos derechos, pero ella y yo no pertenecemos a la misma clase, no tenemos las mismas oportunidades”, y claro, es el Marxismo el que explica que dependiendo de la posición que ocupes en la sociedad en base a la posesión o no de los medios de producción, estás en un lugar u otro de la pirámide social, con unas posibilidades u otras. Por tanto, ¿qué panorama educativo se encontró en la República? En primer lugar un sistema educativo sesgado por la clase social. Los socialistas en 1918 hicieron un informe según el cual el 95% de los alumnos de bachillerato pertenecían a las clases altas ¿vamos a creernos que fue por mérito y por capacidad?, pues yo creo que no. Por tanto, tenemos un sistema educativo que está sesgado por la clase social, por el género y por el ámbito geográfico en el que se vivía. Esos tres elementos condicionaban completamente las posibilidades de cada ciudadano español de acceder a la educación, y esto lo diagnostica muy bien la República. Llopis dijo que la verdadera revolución se hacía en la escuela y los dirigentes del ministerio de instrucción pública republicanos tenían el diagnóstico clarísimo sobre las necesidades educativas que tenía nuestro país. Sabían además otra cosa muy importante, que debían cambiar el concepto de una escuela pública a la que solo accediesen los pobres. En eso nos estamos volviendo a parecer, es algo muy actual, pues hoy cada vez más, las escuelas públicas son escuelas de pobres y para pobres porque le hemos abierto la puerta a la enseñanza concertada. Y esa fue la gran apuesta de la República: tratar de restituir a su sentido prístino la idea de un sistema educativo nacional y meritocrático. En este marco, las mujeres ven que por primera vez pueden acceder a las escuelas, pueden estudiar bachillerato, y con la reforma de los estudios de magisterio las mujeres acceden a los mandos intermedios de los grandes proyectos educativos de la República.
M.O.: ¿Qué cambios se introdujeron para incluir a las mujeres en el sistema educativo?
A.T.: Mirad, hasta 1910, las mujeres en España no podían estudiar, lo único que se aceptaba era que fueran a la escuela, pero ir a la escuela no suponía necesariamente que se asegurase su formación. Las mujeres en España no podían estudiar porque, lo máximo que podían hacer era ir a una escuela que llamamos técnicamente terminal que no conducía a una formación secundaria ni superior, sino que las abocaba hacia la exclusión del sistema y a seguir estancadas en su propia condición de género y clase. En 1910 se regula la posibilidad de que las mujeres estudien bachillerato y vayan a la universidad, lo que hasta entonces sólo era posible con un permiso especial o con un tutor particular; en la universidad hasta se les acompañaba físicamente. Entre el año 1910 y la proclamación de la República se avanza sobre todo en lo que es la enseñanza primaria, hay más escuelas de niñas, pero no así en secundaria y en la enseñanza universitaria en donde hay muy pocos avances. La República, sin embargo, se emplea a fondo en ese aspecto creando institutos femeninos y llegando las mujeres a alcanzar un 32% del alumnado de bachillerato. Desde el primer bienio reformista los cambios fueron brutales. Por primera vez, las mujeres estudiaban en España. Pero además no sólo eso, sino que encontraremos a mujeres en las direcciones escolares y a cargo de los grandes programas de reforma educativa. Justa Freire, por ejemplo, fue una de las maestras encargadas de dirigir todo el proceso de evacuación de los niños de las ciudades bombardeadas y huérfanos de guerra. Las colonias escolares, así como todos los programas de guerra se le van a encargar a mujeres, pero también la dirección de algunos de los grandes grupos escolares que van a servir de modelo para experimentar en España, por parte del gobierno republicano, lo que se entendía como un proyecto pedagógico que nosotros llamamos “escolanovista”, es decir europeo. Ellas son más que ellos, ellas son esas maestras de la República de las que nos habla Mar del Pozo. Son esas mujeres que pasan de ser una ‘maestrita’ a ser directoras de proyectos, asumiendo ese reto como una responsabilidad moral y de compromiso con el Estado. Si hablamos del gremio de maestras, tenemos que decir que la República les da la oportunidad, que confía en ellas.
M.O.: ¿Qué papel jugaron entonces las maestras en la II República, podrías profundizar?
A.T.: Como dijo Manuel Azaña, no se trataba solo de traer la República, sino sobre todo de que se mantuviese en el tiempo. Y para mantenerla en el tiempo, no se podía tener una población analfabeta y aislada, se necesitaba una población alfabetizada y culta; y van a ser las maestras, ya que los maestros preferían no ir a los pueblos, las que se van a encargar de esa labor por todos los rincones de España. Por tanto, la República se va a emplear a fondo en preparar con especial atención y cuidado a esas maestras y maestros, ya que su función ideológica y formativa en unos nuevos valores cívicos era esencial para garantizarle al nuevo régimen democrático una cierta proyección de futuro. Hay un documental muy bonito que seguro que conocéis que se llama “las maestras de la república”, lo han hecho unas compañeras mías del área de Historia de la educación, y en él queda reflejado con bastante nitidez todo esto que vengo diciendo. Es conveniente recordar aquí también, el papel que jugó la ILE (Institución libre de enseñanza) en los movimientos de renovación pedagógica que más tarde afloraron en la II República. Ellos habían visto que la Primera República había durado un soplo, que no había dejado prácticamente ninguna huella y que no había conseguido propiciar ningún cambio real. Con todo ello, Giner de los Ríos, fundador de la ILE, descree de la capacidad de la política para acometer ciertas transformaciones y dice que los cambios no se hacen en la “Gaceta Oficial del Estado”, ya que sólo una lenta transformación de las conciencias, a través de una formación académica de alta calidad puede garantizarlas. Eso conllevará que haya un gran empeño por emprender esa lenta formación, encaminándose todas las actuaciones de los institucionistas a lo largo de la Restauración y de los primeros 30 años del siglo XX, en la línea de crear instituciones de formación superiores e instituciones capaces de trasformar a los maestros y maestras, concebidos antes como meros reproductores del esquema ideológico dominante de la época. Ello les permitiría, con el tiempo, contar con auténticos educadores formados exquisitamente en un espíritu de base Krausista. Asimismo otras instituciones promovidas por la ILE fueron, por ejemplo, la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club femenino, en donde se impartió esa formación académica que influenciará, sin lugar a dudas, a las maestras de la República.
M.O.: Por aquel tiempo el peso de la Iglesia católica y la función de adoctrinamiento ideológico que cumplía para legitimar el viejo régimen de la Restauración y posteriormente del franquismo fueron determinantes ¿Cómo reaccionó la República frente a la Iglesia?
A.T.: ¿Qué hace la República con la Iglesia?, ¿Cómo regula su papel en la sociedad?, ¿En qué situación la coloca? Todo esto es algo muy importante. Desde el punto de vista constitucional la función o el papel de la iglesia queda relegado estrictamente al de una asociación, al mencionarse en una parte de su articulado que “todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una “Ley especial”. Por otro lado, dejaba bien claro que el Estado español no tenía una religión oficial, convirtiéndose así en un Estado aconfesional y laico; que ni el Estado, las regiones, ni las provincias o los municipios, favorecerían y auxiliarían económicamente a las Iglesias. Por otro lado una ley regularía la total extinción, en un plazo de dos años, del presupuesto del clero y se disolverían todas aquellas órdenes religiosas que estatutariamente obedeciesen a una autoridad distinta a la del Estado, ya que sus funciones podrían constituir un peligro para la seguridad del mismo. Igualmente no podía emprender ninguna actividad industrial, de comercio, o educativa, y estaría sometida a las normas tributarias del país.
M.O.: En lo que se refiere a la participación política ¿qué nivel de intervención tuvieron las mujeres o aquellas maestras qué ya estaban implicadas en el proyecto estatal de sacar a España del analfabetismo y la incultura?
A.T.: Es muy significativo que de las ocho diputadas que había en el parlamento de la República, cinco fuesen maestras. Como dije antes, las mujeres organizadas en sindicatos como la CNT o en partidos políticos de izquierdas todavía eran pocas, aunque con el paso del tiempo hasta el estallido de la Guerra Civil en Julio de 1936 van a ir implicándose cada vez más. En el caso del magisterio, sí que había una alta participación de las maestras que estaban organizadas en asociaciones profesionales sindicales así como en la FETE, la sección educativa de la UGT. Igualmente hay una gran asociación profesional, llamada la Asociación Nacional del Magisterio Primario con una altísima afiliación de más de la mitad de los maestros y maestras del país y que tiene muchísimas mujeres en cargos representativos, y aunque en la FETE no llegarían a ostentar altos puestos de responsabilidad, sí que hubo muchas afiliadas a la organización. Hay que tener en cuenta que es un momento histórico con una conciencia política muy importante. Por otro lado, me gustaría comentar que no se puede hablar de la Segunda República y de las fuerzas sociales, los ideales y las tradiciones que componen los grupos políticos de aquel momento, sin tener en cuenta la referencia internacional que suponía la existencia de la Unión Soviética. Asimismo la URSS tuvo una influencia determinante para el feminismo proletario o socialista desarrollado en España. La organización de mujeres creada por Alejandra Kollontai dentro del Partido Bolchevique en los primeros años de la Revolución soviética es una referencia absoluta para ese feminismo de carácter más proletario que comienza a tener sus ecos en nuestro país.
M.O.: ¿Fue la izquierda la que impulsó el cambio educativo y la inclusión de la mujer en estos espacios en la Segunda República, o también se abordó desde otras fuerzas políticas?
A.T.: Hay un republicanismo muy radical, federalista y de izquierdas y de él bebe Giner de los Ríos. Hay un primer republicanismo en los años 60 y 70 del siglo XIX que comienza a crear instituciones para la educación de la mujer. Por ejemplo, la Asociación de la Enseñanza para la Mujer, que es la primera que se crea en España, la crean estos republicanos de la I República, como Salmerón, Azcárate, etc. Son los primeros que hicieron clases dominicales para la educación de la mujer, los que promovieron la coeducación y su formación profesional para que tuvieran un futuro como archiveras, bibliotecarias, mecanógrafas, etc. A la vez va surgiendo en el interior del socialismo y del anarquismo un pensamiento más activo que conecta con el feminismo proletario y que choca frente a un feminismo más burgués. La gran discusión sobre la cultura burguesa y la cultura proletaria fue medular. Otra vez más, la referencia fue la URSS, que tras la revolución bolchevique llevó a la escisión del Partido Comunista del PSOE. No se puede hablar de feminismo en esa época sin hablar de la URSS; la liberación de la mujer, el derecho al trabajo, la ruptura con el espacio doméstico, al amor libre, el derecho al divorcio, el derecho al voto, no podría entenderse en la España republicana de los años 30 sin la existencia y la influencia indiscutible de la Unión Soviética.
M.O.: Desde el punto de vista educativo, ¿Qué se mantiene de aquel proyecto republicano y qué futuro le ves al sistema tal y como está estructurado hoy en día?
A.T.: Puede resultar paradójico teniendo en cuenta a lo que me dedico, pero confío muy poco en el sistema educativo. Antes comentaba que la República hizo muy buen diagnóstico y que el sistema educativo está atravesado por la pertenencia a una determinada clase social, lo cual sigue siendo así. Pero en aquella época había una situación escolar muy diferente a la nuestra, España era analfabeta y hacía falta escolarizar intensivamente a la población. Hoy no es así, hoy tenemos una hipereducación formal, que realmente no es educación, es decir, se ha remitido toda idea de formación y educación a los espacios escolares formales, y eso está siendo un desastre. El espacio formal del aula, en la que la escolarización abarca desde prácticamente los 0 años hasta los 25 no soluciona los grandes problemas que tenemos. Hemos cerrado absolutamente la idea de la formación en el reducto y el formato de la cultura escolar. Se pensó que el sueño de la ilustración conseguiría hacer mejor a la humanidad, pero las mayores barbaridades y matanzas se hicieron en la culta Europa; las dos guerras mundiales se hicieron en la culta Europa con una población escolarizada, cultísima y que tocaba el piano. Los espacios ciudadanos tienen que ser también espacios educativos de la ciudadanía, ámbitos ciudadanos de reunión y de colaboración en tareas formativas pero no en un formato escolar. Insisto, tenemos una hiperescolarización vacía de sentido formativo ciudadano y político, en el mejor sentido de la palabra; hay que salir a los espacios públicos a debatir y debatir. La cultura escolar marca jerarquías, modos, tiempos y hay contextos que en sí mismos son espacios educativos, como por ejemplo una asociación de vecinos, un sindicato o una organización política. Es aquí dónde se comprende muy bien que la República dijera que hay que sembrar el país de escuelas porque cayesen donde cayesen germinarían. Llopis se dio cuenta de la importancia de las misiones culturales, de las misiones pedagógicas y eso lo había visto en la Unión Soviética y en la Revolución mejicana. En su viaje a la Unión Soviética ya le dijeron que era muy difícil mantener la revolución si no se educaba en unos determinados valores, pero basados en lo que podemos llamar educación ciudadana, culta y entretenida como decía Cossío en su discurso para la misión pedagógica, cuando llegaba a un pueblo y decía ante los vecinos “somos una escuela diferente” con obras de teatro, títeres, guiñol, cine, etc. Hoy diríamos que todo eso está al alcance de la mano pero cuando está todo, no está nada porque está mercantilizado, manipulado e interesado. El sistema educativo tal y como está montado hoy, no sirve para los fines de una educación integral. Sirve, si acaso, para clasificarnos, pero es una industria que produce beneficios económicos y por tanto hay que alimentarla estando todo entremezclado. Como decía Fernández Enguita, la educación es la tierra prometida del capital. Hay que reflexionar sobre eso y pensar qué futuro queremos para las nuevas generaciones.
M.O.: ¿Qué rescatarías tú de la lucha de las mujeres de aquella época para incorporarlo al movimiento feminista que hace apenas tres meses sacó a millones de personas a la calle en nuestro país?
A.T.: Que el movimiento feminista vuelva a integrar realmente en su discurso la cuestión de clase, que no la disuelva y la difumine en otro tipo de reivindicaciones que son asumibles por el propio sistema capitalista neoliberal. También les diría que eliminen todos esos prejuicios que la mujeres de la II República no tuvieron hacia las organizaciones políticas o de masas, recordándoles, que un gran número de ellas eran militantes y luchaban también por transformar el conjunto de la sociedad. Está claro que se han dado pasos en esa dirección, ya que el feminismo está complejizándose y aprendiendo de sus propios errores, lo cual es muy positivo, pero deben quitarse de encima esos miedos y consolidar esa relación paralela con la lucha social, con los problemas concretos de las trabajadoras. Más allá de los grandes debates teóricos del movimiento, que muchas veces nos hacen desconectar de la realidad, el movimiento feminista como todo movimiento político tiene que profundizar su relación con los problemas cotidianos. Sinceramente, lo veo con optimismo, espero que no pierdan ese pie a tierra y sigan trabajando en esa dirección.
M.O.: Para terminar, ¿qué le dirías a una joven militante del movimiento feminista tras la huelga del 8M?
A.T.: Pues yo le diría que miro con esperanza al movimiento feminista, pero que la participación activa y concreta debe ir más allá y consolidarse en organizaciones, ya que me parecen espacios de crecimiento personal, y porque sé que sin organizaciones sociales y políticas, aunque a veces ocupen el tiempo en debates internos, no nos queda nada.
Entrevista publicada en Mundo Obrero junio 2018
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