Pactos y alianzas
Tras los resultados del 20D, por primera vez desde la instauración del régimen político del 78, la formación de un gobierno requiere de la participación de más de dos actores. Las dificultades para alcanzar acuerdos entre las distintas fuerzas parlamentarias, está haciendo que cada vez se vea como una posibilidad más cercana una nueva convocatoria de elecciones. Sin embargo, no existe garantía alguna de que éstas alumbren unos resultados sustancialmente diferentes.
Las pasadas elecciones, sin embargo, han evidenciado la existencia de una mayoría electoral deseosa de poner fin a una época de deterioro de las condiciones de vida de la mayoría social por parte del gobierno del Partido Popular. De esta forma, parece que la única opción para desatascar la actual situación institucional, sin alejarse demasiado de la voluntad del pueblo, es llegar a un acuerdo de mínimos entre todas aquellas fuerzas autodefinidas como progresistas o de izquierdas, dispuestas a cerrarle el paso a un nuevo gobierno de Rajoy y a derogar las leyes más retrogradas promulgadas en los últimos años, así como a elaborar y desarrollar una agenda social que mejore las precarias condiciones de vida de los españoles. De alcanzarse este acuerdo, basado en un programa claro y no en personalismos, habría razones suficientes para votar favorablemente la investidura de dicho gobierno.
Así todo, IU-UP, cuyo proyecto a largo plazo -la ruptura democrática a través de un proceso constituyente- difiere del de cualquiera de sus posibles interlocutores, no debería formar parte de ese nuevo gobierno para evitar bendecir un cambio superestructural que no viene acompañado de modificación alguna en la estructura económica y laboral del país.
Sin embargo, los pactos postelectorales no agotan el debate que debe darse en nuestra organización acerca de la política de alianzas. En los últimos años se ha abierto en el seno de nuestro partido un debate de mucho más calado: el de las alianzas a medio y largo plazo con otras fuerzas y movimientos políticos y sociales. A nadie se le escapa que la convocatoria de un congreso extraordinario, para el próximo 9 de abril, tiene mucho que ver con esto y que, por lo tanto, los acuerdos que se alcancen en el XX Congreso serán especialmente trascendentales para el futuro de nuestra organización. Lo que de forma implícita se va a debatir en este cónclave es la utilidad del PCE; es decir, la necesidad de la pervivencia de la única fuerza política de carácter estatal que ha mantenido viva la antorcha de la lucha de clases en los últimos 40 años. Ante esta situación, los militantes de base no podemos afrontar el XX Congreso como un trámite orgánico más. Es demasiado lo que nos jugamos. Ante esto, solo cabe alzar la voz para convencer a los ingenuos y denunciar a los oportunistas.
Como a Silvio Rodríguez, nos vienen a convidar a que no perdamos, nos vienen a convidar a indefinirnos… Es tentador convencerse de que las ideas que llevamos décadas defendiendo han sido de golpe asumidas por millones de personas y que por fin, disolución en una organización mayor mediante, podemos asaltar los cielos. Es tentador, pero ingenuo. Los comunistas debemos trabajar por la confluencia con todos aquellos que puedan ser, para determinados menesteres, nuestros compañeros de viaje. Pero siempre desde el compromiso y lealtad con nuestra trayectoria y desde la apuesta inequívoca por el Partido Comunista de España como instrumento necesario para la transformación social. De un partido que prioriza la movilización social al éxito electoral, que reconoce la lucha de clases como el motor de la historia, cuyas ideas no cambian para abarcar más nichos electorales y cuyo fin último es poner fin a la explotación del hombre por el hombre. No vaya a ser que por buscar compañeros de viaje, vayamos a renunciar a llegar a nuestro destino.
Alejandro Farpón
Maestro de enseñanza primaria y Secretario de Comunicación del Partido Comunista de Asturias en Gijón