Ismael Calvo en el homenaje a Aída De La Fuente: “El pasado nos dice que solo es imposible lo que no se intenta”

“Es en base a estas certezas, y lo mucho que significan, por lo que Aida De La Fuente y sus camaradas lucharon, también con otra verdad en mente: que nada sobrevive al capitalismo, sea cual sea el color que le quieran poner. Ni blanco, ni verde, ni rosa. El capitalismo es la tumba de la humanidad y padre del fascismo.”

 

El pasado domingo, 20 de octubre, el PCA, junto a la Unión Comarcal de Oviedo de CCOO de Asturias, Izquierda Unida de Oviedo, la Asociación cultural “Isidoro Acevedo”, la Mocedá Comunista, los CJC (Colectivos de jóvenes comunistas) de Asturies y el PCTE (Partido Comunista de los trabajadores de España) Asturies, celebró el ya tradicional acto homenaje por el 85 aniversario de la caída en combate de Aida De La Fuente, de los Revolucionarios del 34, y en memoria de los mártires de Villafría.

A continuación, reproducimos el texto íntegro del discurso pronunciado en el acto por Ismael Calvo, miembro de la dirección del núcleo de Oviedo del PCA:

Hoy nos reunimos para honrar la memoria de una heroína de nuestra amada tierra, Aída de la Fuente pero, por supuesto, también para algo más. Sin aprender de todo lo que nos ha precedido desde la revolución por la que dio la vida, y del ejemplo que personas como ella nos ofrecen, poco podemos hacer en los tiempos que nos ha tocado vivir.  A Asturias la desangran y la desarman, así como lo quisieron hacer en el pasado, y hubo patriotas, de corazón y de clase, como Aida, que se enfrentaron a aquellos que les ofrecían arrodillarse o palidecer entre el frío el hambre. No estaríamos aquí reunidos si se hubieran conformado con lo que los caciques y oligarcas planeaban para nuestra gente.

Ahora bien, sería un insulto a la memoria de Aida, a nuestras convicciones y a nuestra propia inteligencia considerarla una suerte de mártir, una idea metafísica de lo que deberíamos ser y no somos. Reunirnos para poner flores y pedir por nuestra tierra, volver a nuestras casas y cruzarnos de brazos. Una revolucionaria como ella no se dejaría llevar por tales planteamientos. No existe el destino ni la predestinación, y Aida, sobre todas las cosas, era tan humana, tan imperfecta y tan fruto de sus propias circunstancias como cualquiera de nosotros. Todos podemos vernos empujados a ocupar su lugar en la historia. Ella es hoy la voz que habla por todos aquellos que perdieron la vida en el 34 y que no tienen el honor de reunirnos a todos cada año, pero que igualmente deberíamos recordar.

Nos hallamos aquí no sólo por lo que sucedió hace ya ochenta y cinco años, sino también para encontrar rumbo y respuestas en el pasado. Los jóvenes encontramos hoy en Asturias precaridad laboral, pero sabemos que mañana nos encontraremos un erial industrial y demográfico. Una sociedad adormecida, sin redes de solidaridad y sin un proyecto de futuro sólido está condenada a afrontar la misma cuestión que nuestros paisanos del 34. ¿Está nuestra tierra preparada para responderla? ¿Qué estamos haciendo ahora para socorrer a Asturias?

Los comunistas aspiramos a unir a nuestra clase, con orgullo y camaradería, para que pueda enfrentarse, de nuevo hermanada, contra los buitres en nidos de oro que aguardan pacientemente la muerte de nuestra ideología y nuestros planteamientos, y contra todos aquellos traidores a su patria y a su clase que, con fin de huir de su propia realidad, dan la espalda a sus hermanos. Sabemos que quienes quieren corromper a nuestra clase y reescribir la historia con mentiras pueden hacerlo gracias al odio y al miedo que vierten los oligarcas mediante sus medios de comunicación de masas. Ninguno obrero, todos siervos del capital.

Todos y cada uno de nosotros necesitamos certidumbres, construir nuestras vidas en un suelo firme. Quien trabaja tiene derecho a ver recompensado su esfuerzo con una pensión, un techo y un ocio que le permita disfrutar y desarrollarse como ser humano. Quien construye el presente tiene derecho a la certeza de que el mundo avanza, y que aquellos a los que ama podrán también disfrutarlo. Es en base a estas certezas, y lo mucho que significan, por lo que Aida Lafuente y sus camaradas lucharon, también con otra verdad en mente: que nada sobrevive al capitalismo, sea cual sea el color que le quieran poner. Ni blanco, ni verde, ni rosa. El capitalismo es la tumba de la humanidad y padre del fascismo. Debemos entonar orgullosos el nombre de Aida Lafuente, puesto que le heló la sangre a aquellos que querían derramar la de Asturias.

Ante la pregunta de si Asturias está preparada para defenderse la respuesta es clara. Ahora mismo, no. No porque falte arrojo o voluntad, sino porque han logrado dividirnos. Quienes apoyamos las reivindicaciones de los trabajadores vemos una profunda desconexión entre los trabajadores. ¡Cómo de grande hubiera sido el impacto de los de Vesuvius unidos con los de Alcoa! ¡Cómo de efectiva hubiera sido la lucha de nuestros hermanos obreros si todo se parase en solidaridad con nosotros mismos! Pero nuestra clase carece de certidumbres, y con una política laboral tan impúdica no podemos decir con honestidad si nosotros hubiéramos podido corresponder con nuestros imperativos morales. No puede haber solidaridad obrera cuando el obrero no tiene claro el ser correspondido.

Lo electoral prima en la concepción colectiva de lo que es la política y, por qué no decirlo, en aquellos que enarbolan incluso a figuras como la de Aida, y nuestra clase ya recibe con apatía las falacias de unos y otros impostores. Sólo aquellos que entienden de verdad el dolor de una familia a punto de ser deshauciada, o la de una comarca a punto de perder el corazón que la mantiene con vida, tienen la legitimidad moral de hablar por la clase trabajadora. Es el sudor, nuestra sangre y nuestras lágrimas lo que debe marcar el rumbo de nuestra clase y, por qué no decirlo, el terror a que despertemos con el ejemplo de Aida lo que debe marcar el de nuestros adversarios.

Más allá incluso del desarrollo de la humanidad, vivimos en una época en la que se decide incluso la supervivencia del planeta. Que nuestra clase esté desarmada significa también que permee el discurso de nuestros agresores, que nos acusan a nosotros de ser responsables del desastre ambiental e incluso cuentan con cómplices que quieren colarse en nuestras propias trincheras. Algunos consideran que la industria, y no el consumo, es el principal causante del deterioro del planeta. ¡NO! No por deslocalizar fábricas y desnudar a Asturias de su tejido productivo se va a sanar el mundo. No por condenar a nuestros hermanos en lugares como Bangladesh a trabajar en fábricas más contaminantes por sueldos miserables se va a solventar esta crisis. Sin industria no hay lucha, y sin un cambio en la producción, no hay planeta.

Nuestros camaradas de antaño no palidecieron para que nos quedemos de brazos cruzados. No dieron todo lo que estaba a su alcance por alcanzar la certeza de una vida digna, tanto para ellos como para todos los obreros. En estos momentos tan amargos y tan confusos debemos encontrar tiempo para fortalecernos y avanzar. El pasado nos dice que sólo es imposible lo que no se intenta.

¡Que viva Aída de la Fuente! Que viva la revolución de octubre del 34, que viva la lucha de la clase obrera y que viva el Partido Comunista!