“Hoy nadie va a entrar a trabajar. Era lo esperado.”
Este miércoles nos comunican que a la mañana se produce el tercer accidente mortal en Armón en los últimos 18 meses, siempre bajo la actual gestión que niega sistemáticamente que existan deficiencias en las medidas de seguridad.
La noticia, aunque cayó como un mazazo entre la plantilla de la subcontrata a la que pertenecía este trabajador, no coge por sorpresa a aquellas personas que conocemos la trayectoria de este astillero desde su reapertura: constantemente se ha denunciado desde las 18 contratas que operan para Armón que las condiciones de trabajo son indignas y suponen riesgos evidentes para la seguridad de los trabajadores. De hecho la empresa ha sido sancionada repetidas veces por incumplir la Ley de Riesgos Laborales y a día de hoy hay seis mandos (de las 8 personas que trabajan directamente para Armón) imputados por otra muerte de un operario en mayo de 2014.
La anterior ocasión la empresa no dudó en forzar el despido de quienes desde dentro denunciaron la situación públicamente, y se asumió un compromiso de mejora de la seguridad tras movilizaciones y una convocatoria de huelga.
Este jueves se había anunciado a las 8:00 una concentración a las puertas del astillero en señal de duelo y como protesta por la situación que se vive en sus instalaciones. Antes de la hora acordada y aún bajo la única luz de las farolas ya eran decenas de personas las que tapaban la verja de entrada. Compañeros de las propias contratas y también algunos con uniformes de otros sectores productivos que estaban sacrificando parte de su jornada para arropar a los primeros, así como periodistas de medios de comunicación locales y representantes sindicales. Como correspondía a la situación, el ambiente era pausado y de respeto; se podía observar en los rostros de la gente una mezcla entre la rabia y la resignación, resignación que tiene mucho que ver con los comentarios que más se escuchaban: “esto se veía venir, ¿cuántos más hacen falta?”
Catorce minutos tras las 8 comenzaba la asamblea de los trabajadores y se hacía el silencio: apareció un círculo en el espacio comprendido entre la enorme reja metálica de entrada y la gente más alejada que simplemente acudió a mostrar apoyo. En ese momento aparecía por la travesía que conduce al astillero un camión articulado con destino a éste. Nadie se apartó, hasta que la decisión de la asamblea fuera comunicada no hacía falta siquiera hacer explícito lo que de un modo u otro todos teníamos en la cabeza: hoy nadie va a entrar. Y no hizo falta tampoco un gran esfuerzo de comunicación para que el conductor frenase y aparcase el vehículo a un lado ante la situación evidente que se vivía.
Instantes después, sin megáfono y sin que gran parte de quienes estábamos ahí lo escuchásemos, se transmitía la decisión: hoy nadie va a entrar a trabajar. Era lo esperado.
Aún así la gente concentrada parecía reacia a marcharse, ya que aún quedan muchos detalles por esclarecer del momento del accidente: cómo es posible que una persona con décadas de experiencia pudiera fallecer realizando una labor rutinaria de mantenimiento? ¿qué postura se va a tomar por parte de las centrales sindicales y qué se va a hacer para frenar esta cascada de muertes en el trabajo? ¿seguirá la dirección de la empresa culpando de los accidentes a los propios fallecidos o asumirá que son constantes las quejas y denuncias de quienes acuden subcontratados sobre lo peligroso de las condiciones? Mientras tanto, parece que se ha logrado que haya representación sindical en el proceso de investigación del accidente, para intentar aclarar cuales fueron las verdaderas causas.
Una hora más tarde, y después de muchas conversaciones en corro entre grupos de compañeros, aún quedaban unas pocas personas despidiéndose, algunos en un tono más elevado de lo normal; y a unos metros pudimos ver una escena en la cual dos compañeros parecían recriminar algo a otros tres: “sabéis que va a pasar, y no digáis que no estáis avisados”. Quizá no tuviese que ver con el mismo accidente fatal de la jornada anterior, pero en ese momento sonó como la frase más acertada que se le podría poner como firma a estas jornadas: mientras las condiciones de trabajo en Armón sigan siendo tan penosas como las denunciadas hasta ahora, mientras sigan sin pagar los responsables, no pasará mucho tiempo sin que tengamos que volver al mismo sitio y a la misma hora, y es un sentir que compartimos mucha de la gente que estábamos hoy ahí.
Julio