En reconocimiento a tu lealtad y firmeza, camarada Benigno.

Se nos ha muerto Benigno. Ya no oiremos en las reuniones del Partido su voz sencilla y clara, rotunda, sin rodeos, franca y apasionada. Se nos ha ido el viejo camarada, el comunista de toda la vida, el sindicalista de las Comisiones Obreras, el de la emigración, la clandestinidad, la vuelta del Partido a las calles, el que detestaba las medias tintas, lo políticamente correcto, el que amaba la lucha, no olvidó los principios y mantuvo despierto su instinto de clase para situarse siempre del lado rojo de la historia.

Hace tiempo que ya no ubicábamos tan fácil el lugar de los comunistas en las movilizaciones porque aquella inolvidable bandera de Benigno con la hoz y el martillo ya no se alzaba varios metros por encima de todas las demás banderas rojas. Por tantas cosas, pues, camarada Benigno, el de la gran bandera, el Partido hoy inclina las suyas, en reconocimiento a tu lealtad y tu firmeza, orgulloso de que los años que agotaron tu cuerpo no lograran quebrar tus convicciones ni arrugar tu corazón de revolucionario.