El golpe de Estado en Venezuela y el futuro de la amazonia, los derechos sociales y las libertades civiles
El intento de golpe de Estado en Venezuela no es contra Maduro, sino contra todo un país a quien se le arrebata la mayoría de edad para decidir, para hacer eso que el liberalismo nos contó que era tan importante: votar en las elecciones al gobierno que desee. Pero, aunque esto sea grave, en tanto amenaza el hábito de brindar o no reconocimiento mutuo entre gobiernos en base a filias y fobias o a intereses imperialistas que se ciernen sobre la libre determinación y desarrollo de territorios excoloniales, en lugar de atenerse a los sistemas de validación técnica, observadores externos y criterios internacionales, sistemas todos ellos presentes y garantes de la legitima reelección de Maduro, la implantación de tal desconfianza diplomática, pone en estado de preguerra no solo a Venezuela sino a las grandes potencias, que se reposicionan en torno al conflicto venezolano.
Más allá todavía del peligro bélico mundial, nos enfrentamos a una amenaza de carácter planetario y, tal vez, irreversible. Todas las tretas diseñadas por USA para colocar en Brasil a Bolsonaro, a una extrema derecha sumamente racista, homófoba, asesina y carcelera de todo tipo de libertades individuales, negadora de las más mínimas garantías económicas sociales y, sobre todo, entregadora de la Amazonia, no fueron obviamente, un paso hacia nada más sino el principio de un rápida estrategia para desmontar cualquier resquicio de soberanía en América Latina, así como para desarticular cuentas estructuras de vida y políticas de conservación fueran necesarias en favor de la alienabilidad de la selva de la Amazonia.
América puede ser la reserva de un sueño de libación o se puede convertir, inminentemente, en el asesinato del pulmón del planeta, de la biodiversidad, de los modos de vida indígenas, de las culturas, del reparto de los recursos y, sobre todo, el fin de la más mínima igualdad. Pedro Sánchez está reconociendo el gobierno de un asaltante autoproclamado presidente. Pedro Sánchez está en esta guerra con Trump y con Bolsonaro, es decir, con programas mundiales contra la población pobre, contra la población indígena, contra la población negra, contra la selva, contra los animales, contra la comunidad LGTBI y contra el ascenso del movimiento feminista. Esto nos interpela a todas.
La cobertura teórica que recibe el debate sobre la alienabilidad o inalienabilidad de la selva amazónica, de la que, dicho sea de paso, respiramos todos los terrícolas, viene constituida por una serie de observaciones científicas que certifican el cambio climático frente a la insistente negación de los especuladores imperialistas, cuyos intereses económicos desafían la mismísima supervivencia en el planeta. El negacionismo ecológico de Trump necesita adeptos en el poder que liberen para el mercado la más importante reserva de biodiversidad y oxígeno.
En Brasil, logró desestabilizar el país hasta colocar en el poder a un fiel colaborador, y así, un mismo discurso desde el que gestionar el terreno más grande de la Amazonia, que es el brasileño. En cambio, más allá de las reservas de petróleo y la riqueza en recursos naturales, la gestión venezolana de su Amazonia está marcada por políticas de conservación y de protección de la población indígena. Hablar hoy de salvar el planeta es hablar del derecho indígena sobre sus territorios y modos de vida, es hablar del mantenimiento de una economía local y de la necesidad de mantener la selva libre de explotaciones masivas.
El gobierno revolucionario bolivariano, posicionado en cada cumbre contra los desastres del cambio climático, y comprometido, desde 1999, con la consagración de derechos medioambientales, recogidos en la Constitución Bolivariana, Ley orgánica del Ambiente de 2006, programas como la Misión Revolución Energética, las Mesas Técnicas del agua, o la Misión Árbol y, definitivamente, con la adopción de la teoría ecosocialista, se convierte en vocero principal de la resistencia crítica ante el alarmante cambio climático, concretada en el Plan de la Patria de 2013-2019, para contribuir rotundamente en la salvación del planeta. Esto, y no otra cosa, es lo que frustra los planes de Trump sobre América Latina (dominio energético y mercantilización de la naturaleza sin límites).
Para ello, sin embargo, necesita resucitar el mito del hombre blanco como dueño y señor del planeta, propietario de su casa, mujer e hijos, a lo que sirve la difamación de la vida indígena como enemigo salvaje del progreso capitalista y “virtuoso hogar burgués”. Para ello, ha necesitado fortalecer la ideología familiarista que invalida toda forma de vida en comunidad y todo modo de parentesco alternativo al núcleo familiar basado en el régimen heterosexista y en la consanguinidad.
Según la administración Trump-Bolsonaro, el modo de vida indígena y los proyectos del colectivo LGTBI, la dotación de pisos que el Poder Popular venezolano para Protección social y Comunas dispone para personas trans en situación de calle o personas LGTBI en peligro de exclusión en el ámbito de la vivienda, las políticas sobre medios de comunicación contra la difusión de imágenes estereotipadas de género y orientación sexual (que tanto “agraviaron” a aquellos productores de telenovelas), la garantía de derechos económicos en familias no tradicionales, o la prohibición activa de toda discriminación laboral, cultural o civil por raza, género u orientación sexual, implementada en la primera Constitución nacional bolivariana, así como el rotundo compromiso con la preservación de la Amazonia, obstaculiza la expansión mercantilista de los Estados Unidos. Y tiene razón.
No hace falta recordar los lazos históricos de España con América Latina para comprender la empatía que Pedro Sánchez ha de sentir para con las motivaciones de Trump. Como dijeron e intentaron poner en marcha algunos predecesores suyos en el cargo, “el interés de España es el de nuestras grandes empresas”. Pero la cuestión para nosotras debe ser: ¿La preservación de los intereses de una élite económica con delirios de grandeza imperiales propios de los Austrias y los Borbones o la preservación de la vida en nuestro planeta?. Venezuela se ha convertido en el tablero de un órdago, debemos defenderla y apostar decididamente por la vida en nuestro planeta.
Belén Castellanos Rodríguez
Responsable LGTB del Área externa del Partido Comunista de Asturias